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Jean Claude MICHÉA,

La escuela de la ignorancia (selección de textos y comentarios)

 

"Hoy en día, en todas partes se celebra el conocimiento. ¿Quién sabe si algún día llegarán a crearse Universidades para volver a instaurar la ignorancia?" Lichtenberg (1742-1799).

"Si hay alguna posibilidad de que los otros nos escuchen es haciendo que nuestro discurso sea lo más tajante posible. Por eso aquí somos tan tajantes. El tiempo feliz en el que podamos prescindir de esto, en el que podamos evitar la exageración y actuar con sobriedad aún no ha llegado."

Günther Anders, De la Bombe, 1956.

Bueno, cualquiera de las dos frases iniciales ofrece muchas sugerencias... La primera alude a cómo la Modernidad puso de moda el conocimiento y la Ilustración pretendió extenderlo a todos los hombres y países por la convicción de que sólo la formación de la facultad de razonar nos haría hombres maduros y ciudadanos de pleno derecho. Sin embargo no fue más que la adopción de un modelo de una aspiración social que no tiene por qué ser definitivo; las sociedades cambian y los patrones de conducta también; hoy vemos cómo el conocimiento ya no se adopta como un presupuesto, como una condición sino que se cuestiona por doquier. La segunda frase presenta una idea que en la actualidad llega a su máxima expresión en todos los ámbitos de la sociedad, especialmente en la comunicación de los ‘medios’, y sobro todos, en la televisión. La sociedad está tan estetizada que sólo importan las formas, no el contenido, y las formas han de ser escandalosas para que el mensaje capte la atención de los otros. También se me ocurre pensar que si ya en siglo XVIII se escribían estas cosas parece que lo de los paradigmas y los modelos de una época no se pueden generalizar; sería mejor hablar de tendencias y de cambios en esas tendencias mayoritarias, es decir, si el siglo XVIII valoró el conocimiento y la educación racional no deberíamos afirmas que para todos los hombres fue así y si hoy hay una tendencia creciente de desprestigio del conocimiento tampoco debemos afirmas que sea un sentimiento vivo en todos los hombres.

En nuestros días, cuando un autor se aparta de la versión dominante de las cosas en dos o tres puntos importantes, suele exponerse no sólo a la malevolencia de los críticos oficiales, que se limitan a cumplir con su trabajo, sino también a un cierto grado de incomprensión o de malentendidos por parte del público.

Es cierto, se nos llena la boca hablando de la libertad de expresión pero es muy difícil ser oído cuando nuestra opinión no coincide con esas tendencias de las antes hablaba. Y no sólo eso, también se acostumbra a marginar y a exorcizar de diferentes maneras a los personajes que no encajan en esas tendencias mayoritarias.

"La educación en masa, que prometía democratizar la cultura, antes restringida a las clases privilegiadas, acabó por embrutecer a los propios privilegiados. La sociedad moderna, que ha logrado un nivel de educación formal sin precedentes, también ha dado lugar a nuevas formas de ignorancia. A la gente le es cada vez más difícil manejar su lengua con soltura y precisión, recordar los hechos fundamentales de la historia de su país, realizar deducciones lógicas o comprender textos escritos que no sean rudimentarios" (1)

Observaciones sobre el concepto de ignorancia:

Entendemos por "progreso de la ignorancia" no tanto la desaparición de los conocimientos indispensables en el sentido denunciado habitualmente (y, muy a menudo, de forma justificada), sino el declive constante de la inteligencia crítica; esto es, la aptitud fundamental del hombre para comprender a un tiempo el mundo que le ha tocado vivir y a partir de qué condiciones la rebelión contra ese mundo se convierte en una necesidad moral. Ambos aspectos no son completamente independientes, en la medida en que ejercer el juicio crítico exige bases culturales mínimas, empezando por la capacidad para argumentar y el dominio de las exigencias lingüísticas elementales que toda "neolengua" está destinada a destruir. Sin embargo, es necesario diferenciar uno y otro tipo de ignorancia, puesto que la experiencia cotidiana nos muestra que un individuo puede saberlo todo y

no entender nada. Sin duda, es lo que quería decir Orwell cuando en su Diario de guerra escribe: "Si gente como nosotros comprende la situación mejor que los supuestos expertos, no es porque tenga poder alguno para predecir acontecimientos concretos, sino porque puede percibir la clase de mundo en que vivimos (To grasp what kind of world we are living in)". La base epistemológica de esta distinción, es, naturalmente, la imposibilidad manifiesta para reducir la actividad crítica de la Razón al simple uso de una base de datos por la que se podría navegar libremente. Al no tener en cuenta esta distinción, la sociología ministerial no tiene reparos en pretender -por medio de errores metodológicos de uso- que "el nivel (de la enseñanza) aumenta". Y ello cuando todos los datos disponibles indican que, en los países industrializados, la juventud escolarizada es cada vez más permeable a los diferentes productos de la superstición (de la antigua astrología a la moderna New Age); cuando su capacidad de resistencia intelectual frente a las manipulaciones mediáticas o al bombardeo publicitario disminuye alarmantemente y cuando se le ha enseñado con eficacia admirable una sólida indiferencia hacia la lectura de los textos críticos de la tradición.

Es difícil no estar de acuerdo con el texto anterior, sobre todo si se tiene un contacto directo con la enseñanza. La técnica moderna nació siendo subsidiaria de la ciencia y actualmente se ha convertido en protagonista, hasta el punto de no investigar más que aquello que tiene o puede llegar a tener aplicación tecnológica. Esta situación nos conduce una vez más al desprestigio del conocimiento y de la razón crítica y fomenta el progreso de esa ignorancia que describe el autor en el texto anterior.

El aparato teórico de la Economía Política se basa en una idea a la vez sencilla e ingeniosa: para garantizar de forma automática la Paz, la Prosperidad y la Felicidad -tres sueños inmemoriales de la humanidad- bastaría con abolir todo lo que, en los hábitos, las costumbres y las leyes de las sociedades existentes supone un obstáculo al juego "natural" del Mercado, esto es, a su funcionamiento sin trabas ni tiempos muertos. Para desarrollar esta hipótesis y formular las "leyes" que tengan el rigor aparente de los enunciados de Newton, el economista se ve forzado, de una u otra forma, a describir a los hombres como "átomos sociales" (o "mónadas"), en constante movimiento e impulsados por una única consideración: la de su interés bien entendido.(2) - (3)

El desarrollo de la racionalidad moderna condujo a la ciencia experimental, cuyo modelo adoptó en primer lugar la física y el resto de las ciencia naturales, pero también las ciencia humanas adoptaron el modelo; así nació la economía moderna. El capitalismo se basa en la economía moderna, y ésta en el modelo gnoseológico de la ciencia experimental; así, para la economía, los individuos son el equivalente de los átomos y la fuerza por la que se mueven ‘el interés bien entendido’. La moral es sustituida por la economía y la voluntad como causa de nuestros actos es sustituida por una fuerza medible y bien determinada: el interés.

El concepto de interés sigue siendo ambiguo pero nos permite comprender cómo el progreso del capitalismo en detrimento de los valores morales tradicionales ha sido paralelo a un incremento del materialismo en nuestros actos caracterizado por conductas fácilmente predecibles por las ciencias sociales, por la economía, y consiguientemente, por una pérdida de la auténtica libertad, nacida de un espíritu crítico. Así pues parece que la racionalidad moderna ha dado lugar a dos modelos de vida difíciles de reconciliar: por un lado el que encarna el capitalismo y por otro el del ciudadano autónomo, crítico, ilustrado, del que habla Kant cuando se refiere a la Ilustración como la época en la que el individuo alcanza su mayoría de edad. Dicho de otra forma, el capitalismo explica la conducta humana desde el paradigma económico mientras que la otra tradición ilustrada tiene como máxima aspiración la conquista de una moralidad autónoma y crítica a través de la educación del individuo. Para el capitalismo el individuo no necesita de la educación –de ahí el deterioro del sistema educativo- es desde el principio libre y autónomo, pero sólo para elegir qué comprar...

Como podemos constatar, el proyecto de la "ciencia" económica -según la expresión de Paul Lafargue en La religión del capital no puede desligarse de las representaciones modernas de la razón como instrumento privilegiado del cálculo egoísta, en otras palabras, como autoridad natural capaz de orientar al sujeto sobre su "propia utilidad" (Spinoza) y ordenar en su provecho el tumulto de las pasiones. Es esta idea filosófica -muy diferente a la del "Logos" antiguo- la que permite, por ejemplo, comprender la inquietante observación de Hume según la que "no es contrario a la razón preferir la destrucción del mundo entero a un rasguño en mi dedo". Explica también que Engels haya podido ver en el triunfo de esta razón el "reino idealizado de la burguesía".

Ahora comprendemos la terrible originalidad del paradigma capitalista, a cuyo imperio deben someterse todas las comunidades del mundo. El interés egoísta, que la Economía política tiende a percibir como el único motor racional de las conductas humanas, es precisamente la única forma de actuar que por sí misma jamás podrá constituir lo que desde Nietzsche se denomina un valor.

De hecho, el sistema capitalista sólo ha podido ponerse en práctica históricamente en las sociedades occidentales, y luego desarrollarse tal y como sabemos, gracias a que en cada etapa de su historia ha extraído los valores y hábitos que necesitaba de todo un tesoro de actitudes cívicas -tanto antiguas como modernas- que era incapaz de crear por sí mismo. Como nos recuerda acertadamente Castoriadis, "el capitalismo sólo ha podido funcionar porque ha heredado una serie de tipos antropológicos que no ha creado y que no podría haber creado: jueces incorruptibles, funcionarios íntegros y weberianos, educadores consagrados a su vocación, obreros con un mínimo de conciencia profesional, etc. Estos tipos no nacen y no pueden nacer por sí mismos, sino que fueron creados en períodos históricos anteriores."

La regla suprema en las sociedades capitalistas es el egoísmo radical del interés individual. Sin embargo se usa, a menudo, el argumento de la moralidad para calificar las acciones; pero este recurso es, en el fondo, un claro mecanismo al servicio del interés personal porque, como decía Hume, calificamos de malas las acciones que no son de mi gusto y de buenas las que se adecuan a mis intereses.

La escuela ha seguido, tradicionalmente, transmitiendo valores morales, pero a medida que avanza la mentalidad capitalista se hace más difícil esta labor porque son dos criterios de valoración de los actos totalmente opuestos. Si se asumen en serio los valores morales plantearían un conflicto mental difícil de resolver en las sociedades modernas. Y ello porque, como dice Castoriadis, en la cita anterior, el capitalismo vive gracias a una herencia muy anterior a él; los individuos en los que pervive esta herencia de manera más honda aún alzan sus voces contra la globalización, contra la contaminación industrial, etc., aunque también hay que reconocer que algunas de estas voces enmascaran también sus propios intereses; y otras veces estas mismas voces predican mensajes que están al servicio del capital, como queda de manifiesto en los fragmentos siguientes.

Ahora que desaparece de nuestras vidas, y pronto de nuestras memorias, comprendemos un poco mejor lo que el mundo moderno era realmente hasta fecha reciente. Lo que configuraba su complejidad, más allá de las simplificaciones rituales de la ideología, era precisamente esa contradicción permanente entre las reglas universales del sistema capitalista y el civismo propio de las diferentes sociedades en las que se ponía en práctica.

Pero, al mismo tiempo, esta Escuela Republicana verdaderamente se preocupaba, y realmente con mucha sinceridad, de transmitir cierto número de saberes, virtudes y actitudes que, en sí mismos, eran por completo independientes del orden capitalista.

Este frágil compromiso histórico, en el que se basaban, con mayor o menor fortuna, las diferentes sociedades modernas, es el que fue rompiéndose progresivamente a lo largo de los inolvidables años sesenta. (4)

Al aceptar de forma piadosa someterse a los mandamientos más sagrados de las Tablas de la Ley moderna –prohibido prohibir-, los jóvenes de las nuevas clases medias, que en su mayoría asumieron los papeles protagonistas (y que siguen haciéndolo tras el paso de los años), descubrían efectivamente una libertad hecha a su medida: la libertad de romper radicalmente -al menos en la conciencia que se tiene de las cosas-(5) con todas las obligaciones que implican la filiación, la pertenencia, y de forma general, una herencia lingüística, moral o cultural. Éste es obviamente el sentimiento embriagador, el que quisiéramos revivir eternamente, el que, en un primer momento, siempre va unido a este tipo de ruptura.

Fue en estas condiciones radicalmente nuevas, y basándose en la metafísica del deseo y la felicidad que les correspondía, cuando el Consumo, que hasta entonces sólo había sido un momento particular de la actividad humana, pudo al fin convertirse en lo que actualmente es en todas partes: una forma de vida completa -la obsesiva y patética búsqueda del disfrute siempre diferido del Objeto que falta- reivindicado como tal en la práctica y celebrado en la fantasía como una contracultura emancipadora: ¡Todo y ahora mismo! ¡Considerad vuestros deseos como realidades! ¡Gozad sin límites y vivid sin tiempos muertos! Y otras mil estupideces edípicas que pronto se convertirían en el material de base de las agencias de marketing.

Conviene analizar la relación entre capitalismo, consumo y libertad. La libertad ansiada durante siglos era muy distinta de la que ofrece el capitalismo, ya también mucho más difícil de conseguir. La ansiada liberación, reivindicada por Marx en terreno social y por Freud en el personal, se convierte en la sociedad capitalista en libertad para comprar: he ahí la última aspiración de nuestra libertad: elegir qué comprar. Y lo más grave es que este mismo modelo de libertad es el que se está imponiendo en la escuela.

Obviamente, ésta constituía la base ideal sobre la que los grandes depredadores de la industria, los medios y las finanzas, con la complicidad de sus instituciones internacionales (Banco Mundial, FMI, OCIDE, G7 y luego OMC, etc.) y la colaboración, más o menos entusiasta, de todas las clases políticas occidentales, podrían emprender, con toda tranquilidad intelectual, la construcción de una cibersociedad de síntesis, cuyo único mandamiento sería la muy antigua divisa del intendente Gournay (1715-1759): Laissez faire, laissez passer.

Ahora podemos comprender en su triste verdad histórica el movimiento que, desde hace treinta años, transforma la Escuela llevándola en una dirección siempre idéntica. Invocando a la vez una "democratización de la enseñanza" (una mentira absoluta) y la "adaptación necesaria al mundo moderno" (una verdad a medias), lo que se está construyendo a través de todas estas reformas igualmente malas es la Escuela del capitalismo total

…¿cómo podría la élite mundial mantener la gobernabilidad del ochenta por ciento de la humanidad sobrante, cuya inutilidad había sido programada por la lógica liberal?

Tras el debate, la solución que acabó imponiéndose como la más razonable fue la propuesta por Zbigniew Brzezinski con el nombre de tittytainment. Con esta palabra-baúl (6) se trataba simplemente de definir un "cóctel de entretenimiento embrutecedor y de alimento suficiente que permitiera mantener de buen humor a la población frustrada del planeta". Este análisis, cínico y despreciativo, tiene la evidente ventaja de definir, con toda la claridad deseable, el pliego de condiciones que las élites mundiales asignan a la escuela del siglo XXI.

En primer lugar, es obvio que un sistema de estas características deberá conservar un sector de excelencia, destinado a formar a las distintas élites científicas, técnicas y de gestión al más alto nivel. Éstas serán cada vez más necesarias a medida que la guerra económica mundial se vaya recrudeciendo. (7)

La escuela de la ignorancia requerirá reeducar a los profesores, es decir, obligarles a "trabajar de forma distinta", bajo el despotismo ilustrado de un ejército potente y bien organizado de expertos en "ciencias de la educación".(8) Evidentemente, la labor fundamental de dichos expertos será definir e imponer (por todos los medios de que dispone una institución jerárquica para garantizar la sumisión de los que de ella dependen) las condiciones pedagógicas y materiales de lo que Debord llamaba la "disolución de la lógica": en otras palabras, "la pérdida de la posibilidad de reconocer instantáneamente lo que es importante y lo que es accesorio o está fuera de lugar; lo que es incompatible o, por el contrario, lo que podría ser complementario; todo lo que implica tal consecuencia y lo que, al mismo tiempo, impide". Debord añade que un alumno adiestrado de tal forma se encontrará "desde el principio, al servicio del orden establecido, aunque su intención haya podido ser absolutamente contraria a este resultado. En esencia, conocerá el lenguaje del espectáculo, ya que es el único que le será familiar: el lenguaje con el que le habrán enseñado a hablar. Sin duda, querrá mostrarse como enemigo de su retórica, pero utilizará su sintaxis."

Naturalmente, los objetivos asignados a lo que quede de la escuela pública supondrán una doble transformación decisiva a más o menos largo plazo. Por un lado, habrá una transformación de los profesores, que deberán abandonar su estatus actual de sujetos a los que se supone un saber, para formar parte de los animadores de diferentes actividades de valores o transversales, de salidas pedagógicas o de foros de discusión (evidentemente concebidos según el modelo de los programas de debate televisivos); a fin de rentabilizar su uso, también serán animadores encargados de distintas tareas materiales o de refuerzo psicológico. Por otro, la escuela se convertirá en un espacio de vida, democrático y alegre, a un tiempo guardería ciudadana -en la que la animación de las fiestas (aniversario de la abolición de la esclavitud, nacimiento de Víctor Hugo, Halloween...) podrá correr a cargo de las asociaciones de padres más deseosas de implicarse, con la rentabilidad que conlleva- y un lugar liberalmente abierto tanto a todos los representantes de la ciudad (militantes de asociaciones, militares jubilados, empresarios, malabaristas o faquires, etc.) como a todas las mercancías tecnológicas o culturales que las grandes marcas, convertidas en colaboradoras explícitas del "acto educativo", juzguen adecuado vender a los distintos participantes. Pienso también que surgirá la idea de colocar en la entrada de ese gran parque de atracciones escolares algunos dispositivos electrónicos muy sencillos para detectar la presencia eventual de objetos metálicos.

Dada su condición de escenario clásico del capitalismo, Estados Unidos había experimentado la mayoría de estas reformas mucho antes que los países europeos. Esto explica el lamentable estado en que se encuentra la escuela pública en ese país. Y esto confirma también que fue con conocimiento de causa como se introdujeron en Francia estos métodos pedagógicos que habían llevado a la escuela norteamericana, como todos sabían, al borde del derrumbe. Como nos recuerda L. Lurgat (Vers une école totaiítiíre, óp. cit., p. 144) "los métodos de lectura recomendados por Meirieu como científicamente correctos contribuyeron a la generalización del iletrismo en Estados Unidos donde, según Jacques Barzun, sesenta millones de iletrados funcionales deben su fracaso al método look and say". No obstante, ello no implica que los primeros reformadores pedagógicos hubieran sido agentes conscientes del capitalismo. Al destruir por principio todo lo procedente de la tradición, sólo trataban de ampliar lo que consideraban el ámbito de la libertad y que, evidentemente, no era sino el espíritu del consumo y del libre comercio traducido a disposiciones pedagógicas. Pero esta es la razón por la que cada avance de la reforma estaba ineludiblemente condenado a liberar más espacios para la dinámica capitalista, quien, en contrapartida, contribuía a consolidar las mitologías de la nueva educación. En líneas generales, no fue hasta 1988, con Lionel Jospin y Claude Allègre en el poder, cuando las distintas utopías pedagógicas fueron recicladas, pero esta vez, consciente y deliberadamente, al servicio de la "construcción europea", es decir, de la preparación de las marcas europeas para la guerra económica mundial. Para los que estén interesados en comprender el paso de la reforma pedagógica de la ingenuidad "libertaria" al cinismo liberal, sería interesante analizar el papel del inspector Foucambert (tenernos los Lissenko que podemos) y de su famoso ejército de fanáticos.

…Es cierto que estos empleados políticos siempre deben presentar estas consignas en términos "pedagógicos" e "igualitarios", lo que obviamente sigue despistando a los militantes más imbéciles.(9)

En España esta tendencia de la escuela pública se inició con la LOGSE, que fue capaz, de la noche a la mañana, de poner en cuestión todo el trabajo que durante años habían realizado los profesores para pasar a considerarlos auténticos ignorantes en materia educativa ya que no conocían las nuevas metodologías destinadas a conseguir un éxito sin precedentes en la educación; esa metodología estaba inspirada, evidentemente en el modelo publicitario y televisivo, y revestida de un nuevo lenguaje, traería la solución definitiva a los viejos problemas de la educación. Una vez que todo el mundo se lo creyó el profesor pasó a ser el único responsable del fracaso escolar ya que si se producía el fracaso era porque el profesor no sabía aplicar bien la nueva metodología. La LOGSE ha traído un gran número de desgracias sobre todo en la enseñanza media y en gran medida se debe a que ha sido un invento de los pedagogos que se produjo al margen de toda experiencia; fue un invento nacido de de la pura especulación pero incluso teóricamente era inconsistente debido a una serie de contradicciones que encerraba el proyecto; una ya ha sido mencionada pero hay muchas más. Su carácter utópico y poco realista ha traído de cabeza a los profesores: como cada niño es bueno, listo y perfecto por naturaleza todos han de alcanzar los objetivos programados; jamás se contó, aunque sea sólo como posibilidad, con que algún alumno no tenga suficientes capacidades ya que la atención a la diversidad solucionaría los problemas; tampoco se admitía la falta de interés o el rechazo explícito de algún alumno al sistema educativo ya que la nueva metodología ofrecía estrategias motivadoras cuya eficacia dependía solamente de la pericia del docente.

El resultado de todo esto ha sido un descenso paulatino de la calidad de la enseñanza y de los niveles educativos; era la única forma de que la gran mayoría alcanzara los objetivos y todos nuestros alumnos fueran iguales evitando así el fantasma de la discriminación. Aquí radica otra de sus grandes paradojas: la LOGSE ha confundido la igualdad de hecho con el derecho a la igualdad; hemos conseguido que nuestros alumnos sean iguales, igual de ignorantes; para no discriminarlos todos pasaban de curso, con independencia del número de materias aprobadas. Y esta práctica ha sacrificado en la enseñanza pública a los alumnos con más capacidad ya que los ha impedido en muchos casos desarrollar al máximo sus capacidades. Estas contradicciones han sido vividas de forma dramática por los profesores a los que la sociedad pedía de todo, que enseñaran matemáticas, historia, etc.; que educaran a los jóvenes, que los cuidaran que los divirtieran y que los enseñaran a ser felices. Tal vez estas sea la causa de que en gremio de profesores el índice que bajas por trastornos psicológicos sea el más significativo entre todas las profesiones.

Así pues, la actual "crisis de la escuela", de la que el público va tomando conciencia, debe entenderse fundamentalmente como la prolongación de una situación contradictoria. Por un lado, la escuela, dado que era la pieza clave del dispositivo "republicano" -es decir de una época y un sistema donde el mercado autorregulado todavía no era capaz de someter todas las cosas a sus leyes- constituye uno de los últimos lugares oficiales donde subsisten, junto a costumbres y estructuras totalmente absurdas, auténticos retazos de espíritu no-capitalista, así como algunas posibilidades reales de transmitir el conocimiento y parte de las virtudes sin las que no puede existir ninguna sociedad decente. Pero, por otro, bajo el influjo de la vertiginosa oleada de las reformas liberales-libertarias, la escuela tiende mecánicamente a convertirse en el conjunto integrado de los diferentes obstáculos materiales y morales a los que debe enfrenarse un profesor si tiene la desgracia, por alguna extraña perversión, de empeñarse en seguir transmitiendo algo de espíritu ilustrado o de civismo.(10) Como es de suponer, tal contradicción sólo puede definir un ambiente muy enrarecido que, de hecho, va haciéndose irrespirable por momentos.

Pero la cuestión estriba en saber desde qué punto de vista esta juventud llega a contestar dichas condiciones. ¿Se trata realmente, como supone la interpretación dominante, de jóvenes militantes cívicos que se rebelan contra la falta de espacio y consideración que el sistema capitalista reserva a la cultura y a los seres humanos? ¿0, por el contrario, son ya, en un número creciente de casos, simples consumidores, difíciles y quisquillosos (en una palabra, "ciudadanos"), que ante todo quieren obtener el mejor precio para las mercancías que el sistema les propone, exclusivamente preocupados por la calidad de la presentación? (11)

Como hemos constatado, desde su punto de vista, el capitalismo terminal -esto es, el que, por primera vez en su historia, se ha marcado el objetivo coherente de llevar a cabo en el acto la utopía que le dio la luz (a saber, la armonización de todos los intereses humanos por medio de la mano invisible del mercado globalizado)- sólo puede lograr sus fines si expande constantemente la adhesión al tittytainment.

Si, según las afirmaciones de Debord, es cierto que por primera vez en su historia "el dominio del espectáculo ha podido educar a una generación sometida a sus leyes", debemos llegar a la conclusión de que, en la guerra que le enfrenta a la humanidad, el capitalismo parece haber adquirido mucha ventaja desde hace treinta años.

Jaime Semprún, en L’abîme se repeuple, afirma lo siguiente: "Cuando el ciudadano-ecologista pretende plantearse la cuestión más molesta y se pregunta ¿qué mundo dejaremos a nuestros hijos?, evita plantearse esta otra pregunta, que es realmente inquietante: ¿a qué hijos dejaremos este mundo?"

Hoy por hoy, esta es, pues, la sorprendente cuestión que debemos plantearnos.

Es evidente que ésta es la gran cuestión, cuestión que sigue sin plantearse claramente entre los que diseñan la política educativa: qué tipo de persona, de ciudadano queremos conseguir; cuál es el ideal de la educación. Por el contrario la LOGSE daba por sentado que el alumno era el tipo perfecto de ciudadano, sujeto de todos los derechos posibles y sin ninguna obligación; su bondad natural y su candidez le hacían merecedor de ese estatus. Cuando hemos visto delitos cometidos por niños y adolescentes hemos empezado a dudar de los principios que inspiraban este modelo educativo...


Notas:

  1. 'Christopher Lasch: Le Complexe de Narcisse, París: R. Laffont, 1980, pp. 177 y 178. Existe traducción al castellano: La cultura del narcisismo, Barcelona: Andrés Bello, 1999.

  2. "Del mismo modo en que el universo físico está sometido a las leyes del movimiento, el moral también lo está a las leyes del interés." (C.‑A. Helvétius: De l’esprit, París: Durand, 1758.)

  3. "Como se ha señalado acertadamente, un comerciante no debe pertenecer a ningún país en concreto. En gran medida, le es indiferente el lugar donde tenga su comercio. Sólo necesita un pequeño contratiempo para que se decida a llevarse su capital de un país a otro, y con él, toda la industria que ese capital activaba." (Adam Smith: Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Barcelona: Planeta‑Agostini, 1999.) En lo que se refiere al asalariado ideal, la vir­tud complementaria es, evidentemente, la "movilidad geográfica", es decir, la aptitud para romper, inmediatamente y sin lamentarlo, todos los lazos que pueden unir un hombre a un lugar, una cultura y otros seres humanos. Con cierta habili­dad universitaria, no resulta difícil presentar esta incapacidad para amar y estas disposiciones a la ingratitud como la esencia misma de la "libertad".

  4. ¿De dónde procede la magia inolvidable de las comedias musicales holly­woodienses, de los westerns de John Ford o Howard Hawks, de las películas de Lubitsch y Capra? ¿De dónde surge el embrujo del jazz de Duke Ellington o Count Basie? Simplemente del hecho de que estas obras supieron traducir el mo­mento de equilibrio privilegiado entre la locura necesaria de la libertad y la todavía reconocida obligación de respetar la common deceng que todas las sociedades mo­dernas experimentaron, en circunstancias concretas en cada caso. Es evidente que este momento histórico no representa una sociedad ideal pero, de algún modo, sí una sociedad que tenía la capacidad de idealizarse porque la libertad todavía no había tenido realmente la posibilidad de mostrar su lado negativo. De ahí que el arte popular de esa época siga ejerciendo sobre nosotros ‑retornando la fórmula de Marx‑ el eterno atractivo del momento que no volverá.

  5. Es obvio que esta conciencia suele ser Husoria. Cuando simplemente se nie­gan las prohibiciones explícitamente designadas por una cultura y cuando su transgresión declarada se convierte en la forma principal de aceptarlas (Ches­terton dijo que, en la actualidad, a nadie se le ocurriría blasfemar contra Thor u Odín), lo que estamos abocados a vivir no es, en ningún modo, la feliz Arcadia anunciada por los discípulos más simplistas de Reich, sino, por el contrario, la tiranía del inconsciente que puede hacer de un ser humano el peor de los esclavos.
  6. Entertaiment significa “entretenimiento”, “diversión” y tits, en argot americano “pechos”.

  7. En palabras de Lihane Lurgat: "El rigor pedagógi­co ha desaparecido de las aulas para instalarse en los lugares donde se practican deportes. Curiosamente, en estos sitios, no se practica el constructivismo, y el rigor pedagógico no se considera un obstáculo a la espontaneidad." (La destruc­tion de I'enseignement élémentaire et sespenseurs, F‑X. de Guibert: París, 1998, p. 25.) Además, resulta extraño que, en estos casos, el origen popular de la mayor parte de los deportistas nunca se contemple como un impedimento para este rigor pedagógico tradicional.
  8.  papel de las ciencias de la educación es precisamente el de destruir estas condi­ciones normales para lograr que el alumno desarrolle un pensamiento ilógico políticamente aprovechable.
  9. En la cultura de izquierdas (o progresista o modernista), toda puerta cerrada supone, por definición, una provocación intolerable y un crimen contra el espíritu humano. Así pues, desde este punto de vista, abrir todas las puertas y dejarlas abiertas es un imperativo categórico, incluso aquéllas que conducen a un error certero. En última instancia, éste es el fundamento metafísico del terrible pánico a prohibir cualquier cosa; el miedo que define a tantos padres y educadores, quienes, para su comodidad intelectual, se empeñan por todos los medios en "seguir siendo de izquierdas". Conviene añadir que, según el circuito clásico de compensa­ciones del inconsciente, este miedo a prohibir se transforma rápidamente en una necesidad insuperable de prohibir todo lo que no es políticamente correcto por medio de la petición, la presión de la calle o las vías judiciales entre otros. Constatamos en ello la triste y contradictoria psicología de esas nuevas clases me­días para quienes la izquierda progresista, una vez eliminado su arraigo popular, se ha convertido en el refugio político predilecto.

  10. Esta obstinación no sólo se traduce por la necesidad comprobada de realizar un esfuerzo cada vez más arduo y agotador. Asimismo, en un mundo en el que el espectáculo es la autoridad simbólica superior, un profesor sólo puede aspirar a obtener la aprobación y atención de sus alumnos‑telespectadores si incrementa la parte inherente de teatralidad del acto de enseñar, con el riesgo de convertirse en un personaje exclusivamente espectacular.

  11. En la terminología de la European Round Table, y por tanto, en la práctica de la Comisión Europea, el alumno ha pasado a ser un "cliente" y las clases "un producto". Numerosos padres ya han asimilado perfectamente esta idea moderna.